La cucaracha que emigró a otro continente

Escrito por las patitas de Cucaracha en su guarida viernes, julio 22, 2011

 
Esta es una entrada corta meramente informativa. No, miento, lo escribo porque estoy hecha un manojo de nervios y me hace muchísima ilusión. Resulta que me voy de viaje; un laaargo viaje a Estados Unidos, donde estaré durante un mes mejorando mi inglés. Es la primera vez que voy a un viaje de este tipo, por lo que no sé muy bien qué voy a encontrarme allí. Me han contado cientos de experiencias similares, cientos de veces, pero yo sigo en mis trece; hasta que no lo viva en mis carnes el futuro será incierto, punto.
Aunque esa incertidumbre traiga consigo muchas cosas que temer, he conseguido no "preocuparme por qué podría pasar". Más bien, he pasado a "emocionarme por qué podría pasar". Al final va a ser verdad eso de que el viaje cambia según la actitud con la que se emprende. También intento olvidarme de las ocho horas de avión + transbordo que tengo por delante, que me agobian incluso estando todavía con los pies en la tierra, y procuro concentrarme en el trayecto en tren. Proponme un viaje en tren a cualquier sitio y acepto; los adoro. Lo habré dicho ya muchas veces, pero qué importa.
Bueno, lo que venía diciendo con este largo preámbulo es que no sé si podré actualizar de aquí a que vuelva. No es que hasta ahora haya actualizado mucho durante el verano (la que decía que iba a liarse a escribir entradas...); de hecho, hasta ahora se me ha presentado más ajetreado de lo que esperaba. Ni siquiera he tenido tiempo para ponerme a escribir. El caso es que, como no sé bien hasta qué punto estaré ocupada allí, tampoco puedo prever si podré colgar algo en el blog, aunque sea una recomendacion pequeñita. Prefiero dejar dicho un buen motivo para desaparecer durante un mes, aunque luego sí tenga tiempo de escribir algo desde allí. 
Eso sí, no voy a postear las crónicas del viaje; puede que las escriba, pero dudo que las cuelgue. Lo que sí puede que cuelgue es una porción de las crónicas del viaje del año pasado, el que hice por la ruta del camino de Santiago, que viene con ilustraciones incorporadas. Aunque la mejor parte de la narración se perdió en el olvido porque no la llegué a pasar al papel; es lo que tiene redactar perfectamente una historia en la cabeza y luego no tener ganas de liarse a transcribirla XD

Sea con lo que sea, y sea dentro de un mes o de tres o cuatro días, volveré. Sobre todo, reanudaré los "Primeros pasos de una aspirante a escritora", que ahora llega lo interesante =D
Ains, qué nervios. ¡Deseadme suerte!

¡Nos vemos!

El monstruo sin nombre

Escrito por las patitas de Cucaracha en su guarida viernes, julio 08, 2011

 
Hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivía un monstruo sin nombre. El monstruo deseaba un nombre, y lo deseaba tanto que apenas podía pensar en otra cosa.
Un buen día, el monstruo emprendió un viaje para buscar el nombre que tanto anhelaba. Pero el mundo es demasiado grande y, por ello, el monstruo decidió dividirse en dos mitades; una mitad se fue al este y la otra hacia el oeste.
La mitad del monstruo que había ido hacia el este encontró pronto una aldea. Y en esa aldea, a un herrero que trabajaba le dijo:
“Oye, herrero, quiero que me des tu nombre.”
“¿Pero qué tonterías dices? ¡Eso nunca!”, replicó el herrero.
“Si me das tu nombre, me introduciré en tu cuerpo y te transmitiré toda la fuerza que te falta”, prometió el monstruo.
“¿En serio? Bueno, si de veras vas a hacerme más fuerte, te lo doy”, respondió el herrero.
Entonces el monstruo se introdujo en el cuerpo del hombre. A partir de ese momento, el monstruo se convirtió en Otto el Herrero. Otto era el más fuerte de la aldea. Sin embargo, un día…
“¡Mírame! ¡Mírame! ¡Mira que grande se ha hecho el monstruo que hay en mí!”

Grush grush, ñam ñam, grump grump, ¡glocs!

El monstruo, que tenía mucha hambre, se había ido comiendo al herrero por dentro. Y así fue como el monstruo se quedó otra vez sin nombre.
Al poco tiempo, lo intentó de nuevo con un zapatero llamado Hans.

Grush grush, ñam ñam, grump grump, ¡glocs!

Al comérselo, volvió a quedarse sin nombre. Lo intentó también con un cazador llamado Thomas.

Grush grush, ñam ñam, grump grump, ¡glocs!

Pero se lo comió también y volvió a quedarse sin nombre.
Al final, el monstruo decidió buscar un nombre en el interior del castillo. Al entrar, encontró a un niño enfermo.
“Si me das tu nombre, yo te haré fuerte como un roble”, le dijo el monstruo.
“Si logras que me recupere y me ponga sano y fuerte, mi nombre es tuyo”, replicó el niño.
Y así fue cómo el monstruo se introdujo en el interior del pequeño.
El niño se curó milagrosamente. El rey estaba de lo más contento. “¡El príncipe se ha curado! ¡El príncipe se ha curado!”. Al monstruo le gustó el nombre del príncipe, y la vida en el castillo le gustó también. Por eso, y aunque se moría de hambre, hizo esfuerzos por contenerse; un día tras otro, cuando el hambre le acechaba, el monstruo esperaba paciente a que pasara.
Pero llegó el día en que el hambre fue tan acuciante que…
“¡Mírame! ¡Mírame! ¡Mira qué grande se ha hecho el monstruo que hay en mí!”
Y entonces se comió al rey y a toda la corte de una sentada.

Grush grush, ñam ñam, grump grump, ¡glocs!

Como se encontraba muy solo, decidió emprender de nuevo otro viaje. Y anduvo y anduvo...
Un día, el principito huérfano se encontró a la otra mitad del monstruo que había ido hacia el oeste.
“Ya tengo nombre, ¿sabes? Un nombre muy bonito”.
Le dijo el monstruo del oeste al príncipe: “¿Para qué sirve un nombre? Sin nombre también se puede ser feliz. Míranos a nosotros: somos monstruos sin nombre”.
Y con estas palabras, el monstruo del este se comió al del oeste. 

“Ahora que por fin había conseguido un nombre, no tengo a nadie que me llame para recordarlo. Con lo bonito que es mi nombre… Johan”.


Monster, Naoki Urasawa.