La torre

Escrito por las patitas de Cucaracha en su guarida martes, septiembre 13, 2011



Cuando los lazos que me atan al mundo se vuelven demasiado insistentes y atosigadores, o me siento especialmente sensible al lado poético de la existencia, corro a subir y subir hasta llegar a mi torre.

Es un lugar entrañable, un universo cálido y luminoso, silencioso y secreto. Un lugar muy íntimo en el que resguardarse. En mi torre hay una criatura escondida en la chimenea que sólo se atreve a salir cuando todos duermen; hay seres diminutos espiándote con sus ojillos achinados desde el montón de leña; hay hadas que revolotean bajo las bombillas al anochecer; espectros en las esquinas, voces que no pertenecen a ningún ser corpóreo, e incluso puedes llegar a ver dragones surcando el cielo en algunas puestas de sol desde la balconada.

Salir al exterior en la torre es una maravilla en primavera y verano, cuando el Sol ya no da de lleno y la temperatura aún tiene la templanza de la época cálida. Los atardeceres son azules, con betas doradas sobre las onduladas montañas y un resplandor místico sobre los tejados de la parroquia. Los ocasos son un espectáculo rosado y violeta, y a menudo arrastran melodías provenientes de lugares misteriosos. Pero lo más mágico llega con la noche, cuando la luz del castillo iluminado que pende en el horizonte eclipsa la tímida sonrisa de la luna en el cielo. Cuando la mayoría de las criaturas se atreven a salir a la luz de los faroles y el hechizo de la torre se desata en toda su extensión.

No sólo esas extrañas piezas de música antes mencionadas llegan hasta lo alto de mi torre. También el murmullo de la civilización, tan cercana pero tan remotamente distante. Como ya dije antes, la torre es un universo aislado del mundo, donde todas las historias cobran vida.

Los atardeceres en la balconada suelen sembrar el germen, una profunda emoción y un atisbo de completa paz con tu propio organismo y con la tierra de la que forma parte. La desnudez de esa curtida capa rígida que los momentos más afilados de la vida nos hacen aprender a construir; la torre lima asperezas y te devuelve la ternura innata en tu piel sensible con cada bocanada de aire. Y con esa desnudez viene la entrega y la conmoción ante escenas, vidas y personalidades que aún no tienen forma propia.

Y, con la noche, las historias comienzan a nacer. Ya en el interior, delante de la chimenea e intentando no hacer mucho ruido para no asustar a la criatura que se revuelve dentro de ella, las imágenes, la música y las palabras giran en un torbellino frenético. Y el éxtasis de ilusionarte como en tus días más tempranos llena los rincones de tu ser que hacían eco de esa voz, crítica y despiadada, que resonaba dentro en los momentos más duros. Música, imágenes y palabras son los que pueblan mi torre, los que aguardan la llegada de algún romántico para bailar a su alrededor. . Ellos son los que siembran de magia ese lugar, donde siempre habrá una canción a punto de sonar y una aventura esperando a que ese romántico tome sus riendas.

Mucha gente ha pisado mi torre desde nuestra llegada, pero no estoy segura de si alguien más la ha descubierto ya. Es una pena.

O más bien una bendición.

2 Response to "La torre"

Fragmentos De Sueños Says:

Qué bonito *_* Sigue escribiendo así!

Cucaracha en su guarida Says:

Me alegro de que te haya gustado ^^ Últimamente me siento bohemia, así que seguramente caerá alguno más como éste XD

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